martes, 18 de agosto de 2009

Viajar a China

China es un país que parece destinado a ejercer una profunda fascinación para los occidentales. Una fascinación que refleja no sólo sus particularidades, sino nuestros propios anhelos y esperanzas. A pesar del aumento espectacular de las comunicaciones, de la multiplicación de los intercambios artísticos y culturales, y de las relaciones entre las gentes que están convirtiendo nuestro planeta en una verdadera "aldea global", el nombre de China parece seguir asociado todavía hoy a epitetos como "maravillosa", "misteriosa", "profunda". Adjetivos todos que reflejan la profunda incomprensión que sigue separando paises y continentes.

Nuestra imagen de China baila entre los fragmentos de una cultura llamada milenaria cuyos posos aún nos alcanzan de múltiples y variadas formas: el tai chi, el feng sui, el taoísmo o la medicina tradicional, y otra imagen que nos vende la prensa que convierte este país en dechado de injusticias y carente de libertades.

Y aunque cada una de estas imágenes parece aportar su granito de arena a la comprensión de la realidad de este inmenso país, ninguna es cierta del todo. Sólo la experiencia personal de nuestro viaje nos permitirá organizar de forma adecuada los dispersos fragmentos de información que intentan configurar este país. Y es que viajar es una experiencia que comprende multitud de situaciones, cuya composición responde a su vez a un gran número de factores relacionados con el viajero y el lugar que se visita. Una experiencia siempre diferente en esta China de las mil caras que se ha convertido este país en la actualidad.

China sigue siendo un país en el que cualquier tipo de maravilla parece posible, un país siempre misterioso y desconocido. Más allá de los estereotipos y de las frases hechas, de la propaganda de unos y la contrapropaganda de otros, está un país, con toda la riqueza histórica y humana que se pueda desear.

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